El puerto de Mahón es la cara de presentación de la capital para todos aquellos que llegan a la isla en barco. Para nuevos y repetidores, es un inmejorable icono turístico, es la guinda al pastel que supone ver amanecer con el primer sol de España, los acantilados y playas del litoral isleño. Sin embargo para los nostálgicos y románticos significa algo más que un enclave, un punto de comunican. Amanecer tras alba, anochecer tras ocaso, los enamorados buscan su marco idóneo donde pactar con un beso su amor eterno, donde sellar mano con mano planes de futuro... el puerto de Mahón es aquel saca puntas mágico donde los poetas afilan su lápiz . Este buscará entonces los manantiales de inspiración porque cada día, durante los estipulados trescientos sesenta cinco días multiplicados por setenta veces siete, encontrará en clave de fábula argumentos donde ilusión y deseo confluyen en el mismo punto neurálgico y que no son otras que las coordenadas comandadas por el corazón.
El artista, sea cual sea su grado en el escalafón que lo identifica como tal, acude al puerto atraído no se sabe muy bien por que enigmática fuerza espiritual. Sólo tiene una explicación lógica en el trabajo del inconformista y perfeccionaste que quiere más, que necesita más de la conclusión de una obra que quiere ser mejor... supongo, así lo entiendo, algunos casos sólo puede responder a aquel artista que se reencarna en si mismo para, en varias vidas, redescubrirse, manifestándose y, en definitiva, buscando la perfección de su obra que él entiende ha sido un encargo divino y por tanto, eterno.
No, no me he olvidado del captador de imágenes, del notario visual, del poeta de la imagen... del fotógrafo y su magia hablamos prima mente.
Nos vemos...por supuesto en el puerto de Mahón.
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