La fotógrafo Arantza Domínguez
(1979, Barcelona) abre las puertas al gran público, del 13 al 29 de mayo, con el objeto de compartir su
última obra, una colección de retratos que rezuman fantasía e imaginación en
cada una llegando a un top12, docena de oportunidades únicas desde la primera a
la última escena fotográfica. La profesional de la imagen, deja huellas
trasgresoras que posiblemente nazcan de un interior reivindicativo en su
intención de mostrar al público, el gran jurado, su defensa en pos del respeto
al feminismo y al problema que la rodea.
Olvida el resto del mundo en
el plano corto y amistoso mientras rememora la experiencia y te envuelve en su
alegría por el evidente trabajo aprobado con nota más que notable. Mientras
escuchas la historia que figura en el guión de la colección, uno no puede
imaginar de otra forma a la autora a lomos de un indomable noble bruto, cabalgando entre la realidad y una imaginación de
artista evidente. Suman doce fotografías, una docena de historias, todas
diferentes y que primero te ubican frente a ellas, y después te invita a entrar
en la fábula, el momento que se inmortaliza…
Valquirias
es el lema de la exposición, cuyo nombre debía ser bautizada la abuela de la artista
y no lo fue por dificultades burocráticos del sistema contemporáneo del
momento. La bisnieta del que fuera conocido ‘mestre Durán’, fundador de la escuela
laica en Alaior, convoca a las musas de
la inspiración, los resultados ya pudieron ser apreciados en el Centro
Internacional de Gravat Xalubifria de Alaior la primera quincena de abril.
Ahora este trabajo magistral de Arantza encuentra en el Palau Oliver y
coincidiendo con la cita anual de ‘Maó+flors’16’, un enclave perfecto para que
los amantes de la fotografía podamos disfrutar del último reto de la artista
que consigue enamorar al visitante, lo arrastra con su magia singular en las
escenas de esa docena de valquirias con pasado, presente y futuro.
Dentro
de la visita a la exposición que seguro tienen planeado realizar, permítanme un
comentario: dejen su reloj en casa, porque cada vez que te ubicas frente a un
’60 x 40 cms’ de estas Valquirias, a pesar de comenzar una historia diferente
con cada una de las modelos, Arantza las arrastra con sutileza artística, sin
traumas desmedidos, a un denominador común y que no es otro que la mujer del Siglo
XXI, envuelta en su protagonismo bien entendido, sin alardes de suficiencia
pero con la seguridad que reflejan el espejo del alma de todas ellas.
Precisamente es ahí, en sus rostros, donde exhiben con sus armas de mujer,
quien estudie, comprenda y de la solución a su problema, quizás su fobia.
Podríamos
escribir mil palabras para defender el argumento de cada una de las imágenes.
El espacio sólo nos permite colarnos en la intimidad de la catalana para intuir
–a sabiendas de que podemos errar en la
lectura interpretativa de sus particulares valquirias- que una bella modelo con
antifaz negro, mirada azul pero triste y pinta labios diluido en sus mejillas,
le arrebata la posibilidad de ser feliz en el Carnaval Veneciano… una mujer
ligera de ropa se ubica frente a una barra vertical donde deberá –si es capaz- demostrar que ella puede ser la ‘vedet’ que
debe retar y superarse ante el miedo escénico… otra ‘valquiria’ de rostro pálido,
rodeada por una alambrada de la que pretende escapar…¿Violencia de género?...
aquella afro americana que contempla con mirada penetrante su brazo
ensangrentado motivado por las matanzas típicas del lugar, pero no del suyo…
aquellas gemelas que a pesar de su belleza, formando un corazón con la pose
estratégica, dos gotas de agua, pero meditan y confiesan sus diferencias… y asi
hasta sumar doce Valquirias lozanas, sensibles, atractivas, independientes,
solidarias, modernas… y todos los adjetivos que se nos ocurran tendrán
–seguramente- cabida. Pero ellas, y sólo ellas, solventarán el problema, la
fobia…no nacieron para perder.
La
técnica llevada a cabo por Arantza nos abre una nueva ventana que por su
singularidad merece un punto y aparte. La profesional de la imagen se autoriza
por experiencia y sapiencia de lo que lleva entre manos, intervenir espacios
negros sobre oscuros, así como blancos sobre claros sin llegar a confundirse
entre ellos, sin tener que adoptar miradas que no sean las ortodoxas. Tampoco
utiliza fórmulas simples o compuestas con el objeto de provocar una mirada
concreta en un espacio singular y estratégico. Seguramente no ha lugar en
retratos, porque el punto neurálgico de la imagen lo hayamos en su totalidad.
Dejar
constancia de que sabe muy bien de qué manera aprovechar la utilización de la
claridad, cuya proyección impacta generalmente en melenas y zonas traseras, equilibrando
la luminosidad en su justa medida, perfecta.
Y
por último, profesionalidad o no aparte, las modelos reflejan en sus caras, sus
poses, la vivencia del momento único traducida en foto, como respuesta a la
empatía, a la complicidad que es evidente con la directora del evento. Una
implicación que acaba por completar una docena de Valquirias perfectas.